El Orgullo y la Conexión
Mis momentos de orgullo, aquellos instantes en que me sentía el rey del mundo, giraban en torno a ti y a la forma en que nuestra historia de amor desafiaba la lógica de quienes creían que el amor verdadero era una fantasía. Cuando me decías que me amabas, sentía que el universo conspira a nuestro favor. Era como si una corriente de energía recorriera mi cuerpo, llenándome de una confianza renovada. ¿Cómo podía ser tan afortunado? Tenía a la mujer más hermosa y maravillosa a mi lado, y no podía evitar la necesidad de compartir ese descubrimiento con el mundo entero.
Recorría las calles con una sonrisa imborrable. El simple acto de mostrar tu fotografía a desconocidos se volvió un ritual casi sagrado. "Mirá a mi novia", decía, como si estuviera presentando a una deidad ante un público asombrado. Te mostraba a todos: a mis amigos, a mis compañeros de trabajo, hasta a los desconocidos que cruzaban mi camino. Mi orgullo era tal que incluso me encontraba hablando con barrenderos en la calle, buscando cualquier excusa para enseñarles tu imagen y compartirles lo que significabas para mí. Había una conexión mágica entre nosotros, algo que sentía debía ser visto y aclamado por quienes me rodeaban.
El hecho de que fueras negra añadía una capa extra de sabor a mi orgullo. Nunca había creído que las relaciones debieran limitarse a convencionalismos; amarte significaba también desafiar los estereotipos. Con cada conversación, con cada nuevo rostro que mostraba tu foto, reafirmaba mi rechazo a las opiniones externas. Para mí, tú representabas la esencia pura del amor. Eras la manifestación de un anhelo más profundo, una conexión que parecía traspasar las fronteras de la apariencia. En ti veía no solo belleza, sino fuerza, valentía y una pasión por vivir que me inspiraba todos los días.
Con cada mención de tu nombre, sentía el deber de defenderte frente a los que podrían haberse atrevido a dudar de nuestra conexión. En mi mente, había un impulso incontrolable de contar nuestra historia, de demostrar que lo que teníamos era auténtico, real y necesario. No quería que nadie se interpusiera en nuestra burbuja de felicidad, por lo que alardeaba de ti, de nuestros momentos juntos, de las risas compartidas, y de las noches en las que el mundo se desvanecía y solo existíamos tú y yo. Sentía que mi amor por ti me daba una voz más fuerte, una firmeza en mi corazón que contrarrestaba cualquier inseguridad.
El deseo de compartir nuestro amor no solo nacía de mi orgullo, sino también de un profundo anhelo por ver a los demás experimentar algo similar. A menudo pensaba en todas esas parejas que, a pesar de estar juntas, podían no conocer el verdadero amor. Me preguntaba si podían sentir la alegría y la liberación que tú y yo sentíamos. Quería que comprendieran que el amor genuino, el que nos unía, era una experiencia tan transformadora que podía cambiar vidas. Era un mensaje que deseaba gritar a los cuatro vientos: "¡Esto es lo que se siente amar de verdad!"
Cada vez que hablaba de ti, sentía que un pedazo de mi vulnerabilidad quedaba expuesto ante quienes escuchaban. Era una forma de libertad, una oportunidad para conectar con las personas a un nivel más profundo. Las miradas atentas y las sonrisas comprensivas, a menudo me devolvían la esperanza de que muchos podían ser tocados por una chispa de nuestro amor. Me hacía feliz compartir aquello que me llenaba el alma y, al mismo tiempo, esperaba que, al compartirlo, la esencia del amor pudiera penetrar en sus corazones.
Pero era un orgullo que también traía consigo un peso. Mientras disfrutaba de la conexión que compartía contigo, y el deseo de ver cómo la gente a nuestro alrededor señalaba con admiración nuestra relación, había una parte de mí que se sentía inquieta. Esa angustia, esa necesidad de mantener la ilusión en alto, creaba una tensión interna. Sabía que el amor no siempre es eterno, y un miedo oculto se colaba en mis pensamientos. ¿Era posible que cualquier momento de gloria pronto se desvaneciera y que me quedara solo con el reflejo de lo que alguna vez fue? Sin embargo, en esos momentos de orgullo, en donde todo parecía posible, me dejé llevar y disfruté de la euforia de tenerte a mi lado, intentando aferrarme a cada instante como si fuera el último.
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